Los bienes públicos tienen dos características principales: por un lado, los bienes han de ser no rivales en su consumo, es decir, que el uso y/o disfrute de uno de estos bienes por un determinado consumidor no ha de verse afectado por el uso y disfrute por un consumidor o usuario adicional. Este podría ser el caso de una emisora de radio, que puede ser escuchada por varios oyentes al mismo tiempo y, sin embargo, el consumo de una tarta por varios comensales reduce la porción de tarta a repartir.
Por otro lado, la exclusión tiene que ver con la imposibilidad de excluir del consumo de un determinado bien a nadie porque no pague, puesto que no es posible discriminar mediante precio quién puede y quién no hacer uso de ellos. Tal es el caso del alumbrado público, que es disfrutado por todos los ciudadanos de una determinada localidad independientemente de que hayan aportado o no a su financiación.
Precisamente, esta última característica es una de las consecuencias más importantes de los bienes públicos, lo que en economía se define como el problema del polizón. Al no ser factible la exclusión de aquellos consumidores que no han pagado, los bienes públicos benefician por igual tanto a aquellos usuarios que han pagado como a aquellos que no han contribuido a su financiación, o bien han contribuido en menor medida.
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